lunes, 17 de agosto de 2009

¡Cuando la Vida nos da!

Hay veces que simplemente te despiertas pero no te quieres levantar de la cama.
Sencillamente no tienes ganas y tu cuerpo tampoco responde a ningún estímulo mediático que genere tu mente.
Hay veces que sencillamente tu estado de ánimo genera más energía que la virtud más poderosa que se haya regalado jamás en la historia…

- Hola, ¿qué pasó, estoy manejando?
- Solamente quería comentarte algo. Me llamas cuando te estaciones, ¿ok?
- ok

Las luces de la noche caían formando pequeñas sombras en el camino.
Mi auto iba lento; la falla en la faja de distribución me obliga a no acelerarlo para no matarme.
Por momentos la ciudad se volvía áspera, ajena y casi fugaz ante mis ojos.
El ruido de la gente caminando a mí alrededor era casi imperceptible. Una canción de Poisson sonaba en mi autoradio.

- Hola ¿qué pasó?
- ¡Nuevamente se fue!
- ¡No puede ser! Hace mucho tiempo que no ocurría.
- Pues ocurrió nuevamente y esta vez parece que no desea volver.
- No te muevas… voy para allá.

Cierro mis ojos, y en ese preciso instante todo se vuelve una nube gris.
Una celda de aire frío y caliente -cada uno tratando de seguir su camino de manera individual- generan un enorme tornado en mi interior.
Mis músculos se tensionan. Mis manos cálidas comienzan a sudar por los nervios del ¿qué pasaría si…?
Mi respiración se vuelve más austera con cada minuto que el reloj marca.
La distancia entre el punto de inflexión en el que me encuentro y el punto de llegada al que deseo arribar, generan un nuevo escozor en mi.

- Hola mi amor, ¿cómo va todo?, me dice ella al tiempo que iba subiendo al auto.
- No va nada bien.
- ¿Qué ocurrió? ¿Quieres hablar?
- La verdad no quiero, pero tú eres todo mi punto de apoyo en estos momentos.
Y en ese preciso instante, un millón de pensamientos cruzaron la parte frontal de mi corteza cerebral.

Ojala éste pequeño párrafo fuera el inicio de una novela de esas policiales que tanto me gustan.
Pero la verdad es que más que eso, se trata de cómo comenzó todo para mí este último fin de semana.
Soy conciente que existen pruebas que la vida nos pone por delante y que uno las sortea generalmente sin problemas. Pero existen otras -de las que no soy tan conciente- que suelen ser más abrumadoras que la propia vanidad del alma.
¡Las cosas pasan!, me repito a diario. ¡Y pasan por algo!, sin embargo no puedo dejar de preguntarme si lo que siento es correcto.
Si dejar de creer es una opción.
Si mirar para comprender, no sea una acción a la que estemos destinados en este mundo.
Si querer sin querer este bien.

Un millón de dudas y preguntas pasan por mi mente.
Y mil respuestas entretejidas se dan cita en mi ser, para crear situaciones inesperadas y difusas.
¿Qué es eso en lo que tienes que creer para poder lograr entender?
¿Por que el camino es tan pedregoso y empinado que nos cueste tanto subirlo?
¿Cómo puedes vencer eso que sientes sin ni siquiera sabes cómo te pega?

Hoy a pesar de todo me repito a mi mismo: “Es un buen día para mí. Tengo la dicha de poder escribir. Es un buen día para mi”.
Hoy puedo regresar a mi niñez y plasmar nuevamente otro conjunto de palabras, que al final y en verso, pueden transformarse en algún mensaje interesante.
Hoy me encuentro desde el alma, en lo profundo del recuerdo.


En Punto

03:24 - tic… tac… tic… tac… el reloj continua su paso incesante por las nubes del tiempo.
Una manecilla hecha y derecha quiebra su estado de ánimo para contraerse ante los segundos del día.
Un reloj en pleno uso de sus facultades esculpe en simetría los estándares de lo perfecto.
Y en un bostezo equidistante, un susurro eleva su voz hacia el firmamento.

03:25 – tic… tac… tic… tac… el reloj continua su paso incesante por las nubes del tiempo.
La aguja del minutero se frustra ante el avance pomposo del segundero.
El tiempo apremia dice una voz lúdica y sin conciencia.
Una luz tenue se dibuja desde lo alto de la torre del gran reloj, y con su inmenso poder, logra detener el tiempo en su esplendor.

03:26 – tic… tac… tic… tac… el reloj continua su paso incesante por las nubes del tiempo.
No existe regreso que bien no valga el precio de un buen tormento.
Mientras la vida pasa, las manecillas del alma se dibujan ensombrecidas.
Aquel tiempo viejo que sólo dura un instante, aquel que disfrazado de sonido traspasa las puertas del olvido.

03:27 – tic… tac… tic… tac… el reloj continua su paso incesante por las nubes del tiempo.
Más vale una frase bien estructurada que mil caricias desventuradas.
Tic… tac… suena el reloj, tic… tac… avanzan sus manecillas.
El tiempo que en susurro deviene en alegría.Las manecillas del reloj que avanzan y que me regalan una larga y delicada fantasía.

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